Viernes Dulces
Durante un año establecí un sencillo ritual con mi hijo de cuatro años: una vez al día le ofrecía los dos puños cerrados conteniendo un caramelo idéntico en forma y color.
Obviamente, acertó en todas las ocasiones y nunca manifestó interés por la mano no elegida.
Con los caramelos que no comió construí dos calendarios: el de la mano izquierda, sobre blanco, y el de la mano derecha sobre negro.
Adaptaciones editoriales