“Practico el más puro exhibicionismo”
Jessie Tan — Cuéntenos, por favor, un poco sobre sus antecedentes. ¿Siempre tuvo un gran interés en la infografía y la visualización de datos? ¿Qué le llevó por este camino?
Jaime Serra — Nací el 18 de agosto de 1964, es decir, tengo 56 años. Llegué a la infografía –o, quizá sea más exacto decir que la infografía llegó a mí- cuando tenía 25, hace treinta y un años. Con unas pocas sumas y restas nos situaremos en el año 1989, solo cinco años después de que Apple lanzara al mercado su primer ordenador Macintosh y siete años después de la aparición del primer ejemplar del diario estadounidense ‘USA Today’. Cito estas dos fechas por considerarlas cruciales: disparador tecnológico y cultural, respectivamente, de lo que luego vino a llamarse Infografía. Pero, en aquel lejano fin de los años ochenta, de la infografía nada más existía la palabra. Nadie, ni los contados profesionales que se dedicaban a ello, ni los editores de los medios, tenían idea de lo que se suponía que debía ser. En consecuencia era imposible que yo –o nadie- tuviera ningún interés en dedicarse a algo que no existía: la infografía y la visualización de datos. Lo que me llevo por este camino fue un modo maravilloso de llegar a los sitios y que pocas veces se da: la casualidad.
En aquella época era un joven profesional free lance de la ilustración editorial. Uno de mis clientes era ‘El Periódico de Catalunya’, un diario joven de Barcelona. Este medio tenía a ‘USA Today’ como uno de sus referentes, y estaba intentando construir su propio departamento de Infografía. En una de mis visitas semanales a la redacción, para entregar los originales (¡si! Internet no existía y había que llevar físicamente los trabajos) se me pidió consejo sobre algún infografista que poder contratar. No sabía de qué me estaban hablando —como dije antes ellos tampoco—, pero disponían de un (uno solo) ordenador Macintosh 128k. Con su pantalla de 9 pulgadas, su disquetera de 3,5, su procesador de 8 Mhz, y, especialmente, su carita sonriente al apretar el botón de encendido: ¡el futuro! Pero claro, toda esa maravilla tenía un precio prohibitivo para un joven como yo, así que me propuse a mí mismo como infografísta. Cómo no existían otras opciones ‘El Periódico de Catalunya’ me dio el puesto de trabajo. No tenía la más mínima intención de quedarme demasiado tiempo en un trabajo con horarios más o menos fijos y un sueldo estable. Mi idea era aprender a sacarle todo el partido posible al ordenador con el fin de aplicarlo a mis ilustraciones. Pero me encontré con la posibilidad de participar en la construcción de una forma nueva de comunicar, dentro de una profesión, el periodismo, que se ajustaba muy bien a mi forma de ser.
La construcción de la infografía periodística se convirtió en una pasión para mí y, a falta de profesionales, el recorrido fue rápido: en un año era Jefe de Área, en dos Redactor Jefe y en cuatro había emigrado a Argentina con el cometido de crear el departamento de ‘Clarín’, un auténtico monstruo que, con 1.200.000 ejemplares diarios vendidos, era el rotativo de mayor difusión del mundo en habla hispana.
“A finales de los años ochenta, de la infografía nada más existía la palabra”
“Para mí, una de las cuestiones esenciales es aprender, enfrentarme a algo que no sé hacer.”
“Al ser prácticamente inexistente el uso de la infografía con fines artísticos, su uso dota a mi trabajo de singularidad”
Suele decir que comenzó sus prácticas artísticas utilizando “la infografía como herramienta y los datos como materia prima” en la década del 2000. ¿Qué le llevó en esa dirección?
Como dije en la pregunta anterior venía usando la infografía periodística desde fines de los años ochenta. En veinte años había aportado a su construcción profesional y ética e, incluso a expandir esos mismos límites que había contribuido a establecer, al aportar inquietudes de carácter plástico que dotaban a mi trabajo de un estilo de autor, profundizando a su vez en la retórica visual —cuestiones insólitas en la infografía de aquellos años, e incluso rara avis en la actualidad— en trabajos como ‘La ballena franca’, ‘Salarios que no alcanzan’ o ‘Un mundo de sensaciones’. Así, a finales de los años noventa, mi pasión por el periodismo había ido decayendo simultáneamente al conocimiento que había ido adquiriendo de la profesión. Para mí, una de las cuestiones esenciales en la vida es aprender, enfrentarme a algo que no sé hacer. Eso despierta mi deseo: motor de vida. De este modo, el arte, que, en realidad es lo que siempre me interesó, fue tomando el control de mi deseo. Ahora bien, ¿con qué técnica iba a abordar ese deseo de manifestación artística? La respuesta más económica era evidente: con la infografía, que ya dominaba. No tenía sentido cambiar de herramienta cuando debía centrarme en construir el discurso. Sin embargo, debía solucionar antes un problema: la convención histórica y cultural por la cual la infografía esta al servicio de lo objetivable, de lo empírico, de los hechos, de la verdad social y no de las verdades singulares de cada individuo. Aunque ahora me pueda parecer sencillo, obvio incluso, en aquel momento y sin antecedentes, resolver este aparente conflicto fue, de hecho, lo que resulto más complejo. Por otra parte, al ser prácticamente inexistente el uso de la infografía con fines artísticos, su uso dotaba a mi trabajo de singularidad, algo que no es despreciable para mí; como no lo es otro aspecto que me proporciona su uso: la contemporaneidad.
La utilización de datos tiene dos argumentos. El primero es que se trata de una materia prima que solo puede ser representada con la infografía, además, y a diferencia de la infografía que proviene de la ilustración científica que se limita a explicarnos como es un tangible en un momento dado, los datos pueden explicar historias que transcurren en periodos de tiempo a veces muy prolongado. Y eso, precisamente, era lo que me interesaba: narrar historias.
El segundo argumento es la fascinación creciente que los datos empezaban a ejercer a principios de siglo sobre las personas -y que no ha hecho más que amplificarse-, en gran medida, entiendo, porque son vistos como portadores de esa verdad que anteriormente fue otorgada a la imagen fotográfica o televisiva.
A mí no me interesan especialmente los datos, me interesan las personas. Sin embargo, creo que forma parte del trabajo del emisor del mensaje buscar estrategias para alcanzar el interés de los posibles receptores. Así pues: ¿por qué no los datos si son interés de las personas que me interesan? No obstante me di cuenta de que lo realmente relevante no estaba en los datos masivos, esos que supuestamente hablan de todos cuando en realidad no hablan de nadie. Iba que aplicar los datos a lo que hace una persona concreta, en un momento dado concreto, frente a una situación concreta. En realidad no sé si se puede decir que son datos lo que uso, más bien pienso que son vivencias disfrazadas de datos.
“Forma parte del trabajo del emisor del mensaje buscar estrategias para alcanzar el interés de los posibles receptores”
“Los datos masivos supuestamente hablan de todos, cuando en realidad no hablan de nadie”
“No se puede decir que son datos lo que uso, más bien son vivencias disfrazadas de datos.
“Lo que nos ha hecho comprender el verdadero problema de la pandemia es el polígono de frecuencias de Playfair”
¿Cuáles son las diferencias entre la infografía periodística y la infografía artística?
Lo que narra. La infografía, en sí misma, no es nada, ‘solo’ una herramienta, un cincel con el que construir un adjetivo necesario: periodística, científica, política, comercial, artística incluso. Si lo que la infografía nos explica pertenece al mundo de lo objetivable, una realidad tangible o imaginaria sobre una convención social, lo más probable es que se use como herramienta de divulgación, científica o paracientífica, como sería la periodística. Si lo que nos explica pertenece al mundo del sujeto, lo subjetivo, seguramente se tratará de lo que podemos denominar como prácticas artísticas.
En su opinión, ¿cuáles son los elementos de un buen diseño infográfico aplicado al periodismo?
Rigor objetivo en la transcripción del mensaje. Claridad de lectura. Interés social. No es despreciable el atractivo visual y la sorpresa. Por seguir estableciendo diferencias entre la infografía periodística y otras formas de infografía: el rigor y la claridad no son un valor per se en la infografía artística; y las segundas, el atractivo visual y la sorpresa, son irrelevantes, cuando no contraproducentes, en la infografía puramente científica.
¿Cuáles son los métodos de visualización por los que tiende a gravitar cuando comienza un proyecto?
En realidad hay pocos modelos de visualización de datos, esencialmente, los creados por William Playfair en su ya famoso ‘Commercial and Political Atlas’ (1786) y la visualización de datos sobre cartografía que parten del ‘Mapa del Cólera del Soho de Londres’ del Dr. John Snow (1854).En la actualidad todos son de sobras conocidas por la inmensa mayoría de personas. El polígono de frecuencias, más popularmente conocidos como ‘gráfica de fiebre’, los gráficos de ‘barras’ o de ‘tortas’ de Playfair son, desde hace muchos años, utilizados cotidianamente en medios de comunicación y libros académicos y escolares para visualizar datos estadísticos. Más reciente y estrechamente vinculado con el moderno fenómeno del Big Data, es la popularización de la representación de cartografías a partir de datos, que nada tienen que ver con el territorio geográfico ni político, y que encuentran en el Mapa del Dr. Snow su principal antecedente, aunque no único ni primero. Ambas formas han encontrado en la actual crisis sociosanitaria del Covid-19 su máxima universalización: el modelo cartográfico del Dr. Snow al servir para lo que fue originalmente creado: el seguimiento y control de pandemias. Pero ahora y gracias a plataformas digitales, para conocimiento de toda la población del planeta y de forma inmediata.
En cuanto al polígono de frecuencias de Playfair, nos ha hecho comprender el verdadero problema de esta pandemia: la saturación de los espacios sanitarios. El ya popular concepto conocido como ‘aplanar la curva’, que ha sido representado por infinidad de medios de todo el mundo, es quizá, la foto histórica de esta crisis. Esta gráfica lleva a la infografía a alcanzar, por primera vez, a imágenes tan icónicas como ‘La niña del napalm de Vietnam’, ‘La toma del Reichstag por las tropas soviéticas’ o ‘Izando la bandera en Iwo Jima’. El resto de visualizaciones no dejan de ser variaciones, más o menos elaboradas, de las realizadas por estos precursores.
En mi trabajo procuro utilizar los modelos más sencillos y conocidos por convenciones culturales. No me interesa que el ‘lectoespectador’ tenga que detenerse en la interpretación del modelo de visualización, bien al contrario, mi interés es que pase por él sin darse apenas cuenta, poniendo el foco en lo que el trabajo cuenta y facilitando, así, que pueda hacer suya la propuesta al transferir sus propios datos al modelo de visualización por mi propuesto. Los datos que yo presento no tienen ningún valor, son solo la presentación de un tema y una forma que espera ser utilizada por el espectador como espacio donde verse reflejado.
“Procuro utilizar los modelos de visualización más sencillos y conocidos"
“Me interesa que el ‘lectoespectador’ no se dé cuenta del modelo de visualización que utilicé”
“Los datos que yo presento no tienen ningún valor, son solo la presentación de un tema”
“La visión del conjunto resulta imposible, hay que focalizarse en un punto”
“Los temas que trato en mi trabajo deben ser, por auto imposición, inherentes al ser humano.”
“No construyo un relato que poder representar, es mi cotidianidad la que aparece en mi trabajo.”
¿Cómo encuentra el ángulo desde el que contar la historia?
Puede tomar algunos proyectos como ejemplo para explicarlo con más detalle. Es esta una pregunta muy interesante, pues aunque el paisaje siempre sea el mismo, el ángulo, la perspectiva, es lo que nos permite visualizarlo de muy diferentes formas. Además, a menudo, la visión del conjunto resulta imposible, hay que focalizarse en un punto, un árbol o unas briznas de hierva que podamos definir claramente y que construya en nuestro imaginario el paisaje. Por ejemplo: a priori resulta imposible hacer una infografía del amor, algo que difícilmente se puede explicar con nuestra más elaborada herramienta de comunicación: la palabra. Sin embargo, busquemos un ángulo: ¿qué hacen los enamorados?: se besan; ¿podemos hacer una infografía que explique que sucede en nuestros cuerpos cuando nos besamos apasionadamente?: si, sin duda.
Los temas que trato en mi trabajo son muy limitados, ya que por imposición propia deben ser inherentes al ser humano, o tan arraigados culturalmente que en ocasiones los tomamos como intrínseco al existir. Los miedos, la sexualidad, la infancia, los vínculos familiares, las adicciones… y el tiempo. Entendiendo este último como sostén de todos los demás, como territorio donde cartografiamos nuestras vidas. Resulta relativamente sencillo trazar la vida sexual, la vida profesional, la vida familiar… pero es extremadamente complejo asir el tiempo como tema en sí mismo: el vivir. El tiempo como vida, sin adjetivo que lo acompañe.
El único ángulo interesante para mí es el propio hacer: mi vida sexual, mi adicción al café o al cigarrillo, mis relaciones familiares, mi cumpleaños. No construyo un relato que poder representar, es mi cotidianidad la que aparece en mi trabajo. Practico el más puro exhibicionismo, no porque me parezca que tengo algo relevante que contar, bien al contrario: soy una persona común frente a temas comunes y en consecuencia espacio para la empatía, que es, a mi entender, el máximo grado de comunicación posible. Frente a un tema intrínsecamente humano, representado sobre un humano en concreto, resulta extremadamente sencillo verse reflejado. No es posible empatizar con un porcentaje de la población a la que pertenecemos, o vernos en una visualización de miles de millones de datos objetivamente recolectados, directos de nuestros dispositivos móviles al ‘data center’. Es en la distorsionada subjetividad, en tanto que humana, donde se encuentra el espacio de contacto. Es más, hay que evitar buscarse en el promedio pues solo nos devolverá frustración y soledad.
Usted trabaja con datos obtenidos del día a día. ¿Cuáles son sus métodos para obtener, editar y manejar esa enorme materia prima?
En realidad el volumen de datos que manejo es muy limitado. Y, como dices, los obtengo día a día, así que requiere cierta disciplina, pero no resulta demasiado complejo. Por ejemplo: en ‘Café diario’ bastaba con trasladar el papel sobre el que marcaba la impronta de las tazas consumidas doblado en el bolsillo, para que, cada vez que tomara un café, pudiese hacerle una marca. ‘Datos en los bolsillos’ está realizado con los objetos que encontraba en los bolsillos de mi hijo cuando hacía la colada. Definí cuatro conceptos –dulce, naturaleza, juego y magia- y los almacenaba en cajas. A veces es, incluso, es mucho más sencillo: ‘Salud, dinero o amor’ solo precisó que cincuenta personas me dijeran que me deseaban el día de mi cumpleaños. Habitualmente tampoco edito los datos, los utilizo todos. En realidad el mayor trabajo consiste en encontrar el ángulo para tratar el tema y encontrar un modelo de visualización que reúna extrema facilidad de comprensión, atractivo visual y cierta poesía.
“No es posible empatizar con un porcentaje. Hay que evitar buscarse en el promedio”
“Los procesos creativos suelen ser algo bastante lamentable.”
“Tengo la sensación de que la mayor parte del tiempo mi trabajo consiste en no actuar.”
¿Cuál es su proceso de trabajo?
Realmente los procesos creativos suelen ser algo bastante lamentable. Algo así como el proceso de elaboración del vino, pero de naturaleza humana: hay que recoger, pisar, mancharse, fermentar, moverse en la descomposición, y, sobre todo, esperar. Esperar mucho. Dejar que el polvo se acumule. Finalmente, con suerte, obtendremos algo que nos satisfaga o puede que en el proceso se avinagre. Yo tengo la sensación de que la mayor parte del tiempo mi trabajo consiste en no actuar, solo estar presente, expectante. Son muy importantes los tiempos. Saber detenerse a tiempo para ver si el trabajo se termina solo. Algo que sucede a menudo y que habríamos arruinado de no habernos detenido.
Los límites, por mi elegidos, que influyen en gran medida en un proceso creativo, son obvios:
a. Utilizo la infografía.
b. Utilizo una suerte de datos.
c. No abordo generalidades. Trato sobre personas concretas, que hacen cosas concretas, en momentos concretos. Habitualmente se trata de mi mismo o de los que me rodean.
d. Por coherencia con el punto anterior, procuro generar piezas únicas.
e. Trato temas intrínsecamente humanos, o culturalmente tan arraigados que a veces nos confundimos.
Gracias a estos parámetros puedo trabajar. No es posible trabajar libremente sin límites. No existe un único proceso, más allá de tener que recolectar datos. A veces, como es el caso de ‘Datos en los bolsillos’, estoy reuniendo información durante un tiempo prolongado sin saber en que devendrá, o si lo hará. ‘Vida Sexual de Una Pareja Estable’ parte de las anotaciones que, a modo de dietario sexual, mi pareja anotó en un calendario sin que yo lo supiera. En estos casos, que son, sin duda, los que más aprecio, el vivir, incluso lo vivido, se convierte posteriormente en trabajo. Es algo que sucede, mágico. Pero lo habitual es el camino inverso: una vez encontrado el ángulo el trabajo se convierte en vivir.
Algunas veces recibía a mi hijo al salir del colegio ofreciéndoles las dos manos cerradas para que probara suerte adivinando en cual había un caramelo. Este acto solo se convirtió en rutina laboral –con todo lo prosaico que esto puede suponer— cuando decidí hacer una visualización al respecto (‘Viernes dulces’. Ver más arriba). Lo más común, por tanto, sería, en primer lugar definir la perspectiva desde la que tratare el tema, recolectar los datos a partir del vivir y, paralelamente, definir un modelo de visualización.
“No es posible trabajar libremente sin límites.”
“En los últimos años, la desinformación ha crecido con la misma intensidad que la información”
“El periodismo se ha desentendido de su rol tradicional como mediador social.”
“ Algunas infografias informan con el mismo rigor que otras desinforman.”
“Salvo para los profesionales, la infografía es irrelevante.”
Los medios utilizados para almacenar información y los hábitos del lector están cambiando: del papel a la pantalla, del escritorio al móvil, de lo estático a la animación y la interacción. Como diseñador de información, mirando hacia atrás a su carrera, ¿qué cambios ve en el campo de la infografía?
Con la llegada de Internet iniciamos un camino muy interesante en el que parecía que se pondría al alcance de cualquier ciudadano cantidades ingentes de información. Y, de algún modo, así ha sido. Pero la desinformación ha crecido con la misma intensidad en los últimos años. Así que, finalmente, no sabemos que es información y que es desinformación. La intoxicación es profunda y evidente. Con la llegada de los soportes digitales se dispuso de animación o interacción en las infografías, algo que se ha demostrado absolutamente banal. El 'Big Data' es el fenómeno más destacable, y no solo en términos infográficos. Por primera vez disponemos de cantidades ingentes de información recolectada de forma absolutamente objetiva: directamente por nuestros dispositivos móviles, sin la distorsionante intermediación humana. Esta deshumanización podría poner en tela de juicio el asunto, pero sin duda posee el potencial de colaborar en la construcción de un mundo mejor en algunas áreas concretas, como la salud o el conocimiento o el general ejercicio de las libertades. Lo que al parecer no tuvimos en cuenta es muy ingenuo: el deshumanizado método de recolección está controlado por humanos, empresas privadas u organismos gubernamentales con claros intereses económicos o partidistas. El periodismo se ha desentendido de su rol tradicional como mediador social. Así que el 'Big Data' pasó de ser un posible valuarte de la información objetiva a colaborar con la desinformación. Pero la infografía en todo esto no tiene nada que decir: es una herramienta de comunicación, es el transmisor de un mensaje, de emisor a receptor, y, lo importante, siempre, es el mensaje. Algunas informan y otras desinforman, con el mismo rigor. No es distinto a lo que sucede con la palabra o la imagen puesta al servicio de narrar el mundo que nos rodea.
En cuanto a su vigencia, no es especialmente interesante para los ciudadanos. Tenemos plataformas focalizadas en la fotografía, (Instagram), el vídeo (YouTube), el audio (Spotify) y la palabra (Twitter).
Los propios ciudadanos gestionamos el contenido y el canal de difusión. La infografía es irrelevante, salvo para los profesionales, que siguen siendo ellos los únicos que pueden hacerlas y que, paradójicamente, es lo que la convierte en irrelevante.
Lo digital es artificial. En primera instancia, podríamos pensar que facilita algunos aspectos de la vida, pero, evidentemente, la deshumaniza, lo cual nos ha llevado a una realidad mucho más solitaria, dura, y por tanto y finalmente, mucho más difícil. No encuentro poética en lo digital.
Sé que todo esto puedo sonar pesimista, pero créeme, soy desesperadamente optimista. Siempre hay una reacción a una acción. Así que es muy posible que todo esto también sea la causa de una nueva forma de usar la infografía y los datos desde una mirada más humana, que poco a poco suma adeptos. Casos como el ‘Dear data’, de Estefanie Posavek y Girogia Luppi, las gráficas de apariencia naif de Mona Chalabi, los Anuarios de Nicholas Felton, o mi propio trabajo, pienso que tiene algún punto de reacción en común.
“Los premios siempre son discutibles, y no sirven de gran cosa.”
“No hay nada que encontrar en la vida, la vida no va de encontrar, sino de hacer cosas.”
“El único consejo posible es no hacer caso de ningún consejo.”
Ha recibido numerosos premios por su trabajo, ¿cuál consideraría su logro más impresionantes hasta la fecha? ¿Por qué?
Recibir premios no es ningún logro. El logro, si acaso, sería el motivo por el que se conceden. Por otra parte, siempre son discutibles y no sirven de gran cosa.
¿Dónde se ve en los próximos cinco años?
Si me hubieran preguntado hace 30 años dónde estaría hoy, hoy creo que habría respondido que exactamente dónde me encuentro. ¿Dónde me encuentro?: haciéndome como individuo mediante prácticas que no tienen una frontera clara entre el vivir y lo profesional.
Hace 30 años no habría sabido decir si podría vivir de ello, si sería con la infografía, con los datos o de cualquier otra forma. Pero la forma no es lo que me parece relevante. Lo relevante es vivir, es decir, hacer, hacerse. No hay nada que encontrar en la vida, la vida no va de encontrarse a uno mismo, sino de hacer cosas y, así, hacerse.
Hace apenas un mes presenté en un teatro referente en Barcelona, una pieza teatral en la que a partir del soliloquio, la música y animaciones de mis trabajos, manifestaba mi manera de entender el vivir. La obra tuvo un éxito notable y es probable –todo dependerá de la evolución del Covid- que se programe de modo regular ¿Me dedicaré dentro de cinco años al teatro? De ser así me estaría dedicando exactamente a lo mismo que ahora, pero con otra forma.
En esencia me veo haciendo lo mismo que ahora, lo mismo que ayer, en cuanto al formato seguramente será distinto, porque me aburre profundamente repetirme.
¿Qué consejo le daría a los jóvenes diseñadores que están pensando en ingresar al diseño de información?
El único consejo posible es no hacer caso de ningún consejo. Me parece que lo único que puedo decir es que creo en el deseo, en la intuición, en el trabajo, en la autocrítica despiadada, en lo nuclear por encima de las formas y en el riesgo de exponerse. Con todo ello —que no es poco— solo es necesario tiempo para verse recompensado. No sé si exitosamente a ojos de los otros, pero si a ojos de uno mismo. Los primeros son muy importantes, los segundos fundamentales para los primeros.
Hacer. Hacer es lo más importante. Hacer algo y esperar activamente, generándole un espacio para que tenga la oportunidad de convertirse en singular. Lo cual, por otra parte, no garantiza ningún éxito.
INFO-GRAPHIC DESIGN
Visual Storytelling With Information and Data
Editado por Jessie Tan
2021
210 mm x 285 mm
288 páginas
Sandu Publishing
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